El
Islam: El
Poder de la Mujer
'Aisha
Bweley
 Prólogo
A
lo largo de los años de mi vida dedicados a la traduccción
e investigación, no me he sentido inclinada a escribir sobre el
«lugar de la mujer en el Islam», a pesar de las sugerencias
de varias personas animándome en este sentido. Para mí el
título adecuado era y es «el lugar del ser humano en el Islam»;
el convertirse en un ser humano completo y vivo, que adora al Creador
conectado con las maravillas reveladas en la existencia; una persona que
busca un ámbito para establecer la justicia social y política
a través del cumplimiento del Mensaje de Allah. La dicotomía
abd/rabb: el esclavo y el Señor, es más importante que la
dicotomía hombre/mujer.
A pesar de todo, la ignorancia y el aumento de la información inexacta
sobre el Islam, a lo que contribuyen, a menudo, los medios de comunicación
divulgando falsedades, me han empujado a investigar este asunto.
¿Qué descubrimos al examinar la literatura moderna escrita
sobre este tema?
Cuando en Occidente hablan de la «opresión de la mujer en
el Islam» hacen hincapié en rasgos culturales, que no son
propios del Islam, sin embargo le acusan de ser el responsable de éstos.
Entre los musulmanes encontramos varias reacciones de defensa, casi todas
escritas por hombres, frente a las críticas occidentales. Algunas
muestran que el Islam llegó para liberar a la mujer de su posición
inferior en la sociedad pagana, pero no se refieren al mundo moderno;
otras presentan al ama de casa como modelo para el verdadero desarrollo
personal y dicen que las mujeres psicológicamente no están
a la altura de los hombres (según la historia esta no es una visión
islámica, sino más bien judeocristiana); también
que las mujeres no deberían ser ni vistas, ni oídas (aseveración
que se justifica con la dudosa afirmación de que los hombres son
incapaces de controlarse debido a la hormona testosterona).
Tanto unas interpretaciones como las otras no corresponden a los textos
de los comienzos del Islam, que he traducido y he estudiado. Las mujeres
de entonces no eran así; los Compañeros no eran así,
el Profeta, que Allah lo bendiga y le dé paz, no era así.
Eran personas llenas de vida y entusiasmo dedicadas a poner en práctica
el Islam.
Si atendemos a las fuentes históricas correspondientes a varios
siglos de historia islámica, encontraremos a numerosas mujeres
que participaban activamente en todas las áreas de la vida; pero
más tarde y de repente la relación se detiene bruscamente.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo y por qué han
cambiado tanto las cosas en los tres últimos siglos, para que ya
no se encuentren mujeres en el mundo de la ciencia y para que haya muy
pocos hombres musulmanes que quieran ser enseñados por mujeres,
a diferencia del pasado? Se trata de un fenómeno que requiere
un estudio en profundidad.
Originado por varios factores, algunos son ajenos a la comunidad musulmana
y otros proceden de ella.
Entre ellos destacamos los siguientes:
• Una reafirmación del patriarcado pre-islámico.
• La adopción e imitación de prácticas de los
pueblos conquistados (bizantinos, persas e hindúes). Por ejemplo
la adopción del Byzantium gynaeceum, que luego se convertiría
en el harén otomano.
• La introducción de ideas occidentales, incluida la visión
de la mujer como un ser inferior, que fue la posición de los occidentales
sobre la mujer hasta hace bien poco.
• Una política activa de opresión hacia las mujeres,
y en general hacia todos los musulmanes, llevada a cabo por el colonialismo.
• El legado colonialista que considera a Islam «bárbaro»
mientras tiene por «civilizadas» las tradiciones europeas
y occidentales. Las élites gobernantes que han heredado el poder
colonial, y todas sus deudas, han reforzado esta visión.
• Cierto resentimiento de los musulmanes: en primer lugar por haber
permitido haber sido definidos bajo los parámetros de la dicotomía
bárbaro/civilizado, y en segundo lugar por defenderse frente a
ello creando así una realidad que no existía en un comienzo.
Estas manifestaciones requieren un estudio más atento que no vamos
a abordar en estas páginas.
Pero hay que mencionar otro elemento más. Hoy en día en
la mayoría de los casos, el pensamiento moderno musulmán
es el mismo pensamiento occidental vestido con ropas islámicas.
La educación occidental prevalece en todo el mundo. Por lo tanto
el estudio de este tema precisa un esfuerzo, un cambio radical que nos
saque del pensamiento automático de cada día. Tenemos que
mirar detenidamente lo que hacemos.
El conjunto de las personas que se han educado en el sistema educativo
occidental moderno desarrolla una manera de pensar estructuralista con
tres rasgos principales:
1) Pensamos en estructuras. Construimos una imagen de las cosas a través
de formas rígidas, metodologías, categorías, etc.
2) Nuestra manera de discurrir es dialéctica, es decir: tésis-antítesjs-síntesis.
Esta dinámica crea una sensación de movimiento ilusoria,
la velocidad que se genera no es más que la de un ratón
corriendo dentro de una rueda. Así que si enfrentamos el pensamiento
islámico al pensamiento occidental, como antítesis, y este
pensamiento islámico es mero espejo y reacción frente al
pensamiento occidental, obtendremos: un Islam modernista.
3) La objetividad mítica o, quizás, el método científico.
Supone una experiencia humana que mira hacia fuera y analiza al otro o
al objeto, al que puede examinar, dividir en piezas, cuantificar y definir
objetivamente. Esto es parte del estructuralismo. Sin embargo, tal y como
la física moderna ya ha mostrado, el observador tiene un efecto
en lo que mira, no está separado de lo que ve.
De manera que el mundo moderno fija y codifica las cosas e intenta convertirlas
en objetivas y absolutas. Estos rasgos entran en juego cuando cualquiera
de nosotros piensa. De hecho la realidad es más flexible. Islam
es muy flexible. No existe una forma estrecha y agarrotada en la que tengan
que encajar todas las personas. Islam es un plantilla con un campo de
aplicación enorme. «Mis Compañeros son como las estrellas.
Cualquiera de ellos te guiará si lo sigues», dijo el Profeta.
Todos tenían personalidades muy variadas. Las mujeres del Profeta
eran también muy diferentes entre sí; desde Jadiya, la mujer
de negocios, hasta Aisha, la erudita, dispuesta a dirigir un ejército
y Umm Salama, un modelo de inteligencia razonada y en calma. Asimismo
su hija Fátima a quien le contentaba cuidar de la casa silenciosamente.
Todas ellas eran maravillosas, extraordinarias. Nadie decía: «Tienes
que parecerte a mí para ser decente», ni «Si no vistes
como yo tendrás problemas».
Hay que abandonar la atención obsesiva que se presta a la mujer
convirtiéndola en un tema de debate, o preferiblemente se debería
volver a lo que decía el Profeta; porque se está dejando
a un lado el ímpetu del Islam, mientras que se le reduce a algo
tan insignificante como el reparto de las tareas domésticas.
Entre los pueblos turcomanos era muy común que las mujeres actuaran
como regentes al ausentarse sus maridos; era una ampliación natural
de la supervisión del hogar. De esta manera se producía
que al otorgar un poder a la mujer, el hombre a su vez recibía
de ella la fuerza para irse y ocuparse de cambiar la sociedad. Así
los hijos podían ser educados por mujeres cultas y acostumbradas
a las funciones de responsabilidad y aquellos, cuando les llegaba el momento,
estaban preparados para intervenir socialmente. Eran sociedades en las
que existía dinamismo, energía y vitalidad.
Frente a aquella forma viva de organización social, encontramos
demasiado a menudo a mujeres neuróticas encarceladas en sus casas,
que se esfuerzan por controlar a sus familias mientras desahogan sus frustraciones
sobre ellas. Los hombres con los que viven están a la vez esclavizados
a esta relación, que debilita a ambos. De esta manera la sociedad
no se expande y se va a pique.
Un síntoma de esta situación es la EXCESIVA atención
que se presta, especialmente por parte de los hombres, al vestir de las
mujeres. Parece que la ropa femenina se ha convertido en la insignia de
la identidad islámica. La personalidad de un musulmán no
se define a través de un trozo de tela, lo que tampoco significa
que se pueda prescindir de ella totalmente. No hay duda de que es necesario
que las mujeres vistan modestamente, tal y como indicó el Profeta.
Pero esta no es la única zona de acción para los musulmanes,
existen asuntos más importantes que deberían atraer nuestra
energía. El Profeta, que Allah lo bendiga y le dé paz, habló
más sobre la vestimenta de los hombres que sobre la de las mujeres.
Esta constante y sobrada
atención dedicada a la ropa de las mujeres distrae a los musulmanes
de asuntos más urgentes, como: la usura, la justicia social, y
el cumplimiento fiel del Islam.
El principal derecho fundamental de cualquier mujer u hombre es la libertad
como ser humano, la capacidad de cumplir el papel para el que han sido
creados: adorar al Creador tal y como su Mensajero nos ha enseñado,
que Allah lo bendiga y le dé paz. Este derecho no se contempla
en ningún lado en la actualidad, y lo que resulta más alarmante
es la falta de interés que se da a un hecho tan decisivo, en proporción
con la atención constante que se presta a las nimiedades sobre
la ropa de la mujer y su papel en el hogar. La gente desconoce, que ni
el hombre, ni la mujer en la sociedad moderna tienen poder. Alexis de
Tocqueville predijo esta trágica situación cuando escribió
en «Democracy in América»:
«La voluntad del hombre no se anula, sino que se suaviza, se amolda
y es guiada; pocas veces se le obliga a actuar, pero su actuación
está constantemente refrenada. Es un poder que no destruye, sino
que impide la existencia. Un dominio de estas características no
tiraniza, pero comprime, enerva, extingue y aturde a la gente, hasta el
punto de que cada nación se reduce a un insignificante rebaño
de animales tímidos y diligentes, cuyo pastor es el gobierno» (P.580).
A este panorama se enfrentan tanto los musulmanes como los no musulmanes.
La mayoría de los musulmanes han adoptado la forma de pensamiento
occidental, sobre todo el individualismo liberal, lo cual explica, en
cierta manera, el hecho de que se preste más atención a
los asuntos domésticos que a los sociales. Actualmente encontramos,
a menudo, el término «islámico» ligado a algunos
conceptos occidentales: democracia «islámica», capitalismo
«islámico», economía «islámica»...
Cualquier acción que se lleve a cabo dentro de un marco social
requiere una percepción común de los conceptos contenidos
en la acción. No podremos actuar como seres humanos, hasta que
no sepamos lo que estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo,
aunque sólo sea subconscientemente.
Por eso deberíamos mirar atentamente las posturas que existen.
Prácticamente se ha perdido la tradición real y transformadora
del Islam, presente en todos los periodos, como una aspiración
viva para la existencia. Así que la tarea a la que se enfrentan
los musulmanes, hoy en día, es el volver a descubrir y poner en
práctica este proyecto, que envuelve al conjunto de la sociedad.
Para ello, será necesario desechar algunos equívocos que
Occidente ha introducido en el pensamiento de los musulmanes. Tal y como
dice Ibn’Ata’llah:
Nada
impulsa tanto como la ilusión.
Eres libre cuando pierdes la esperanza en ella.
Te conviertes en esclavo cuando la ansias.
Vamos,
pues, a regresar a los orígenes y a volver a estudiar cómo
actuaban las mujeres musulmanas del pasado, para así poder escapar
de horizontes limitados que se han convertido en norma. Con este propósito
examinaremos tres perspectivas diferentes: la Mujer Erudita, la Mujer
Política, y la Mujer Espiritual.
Aisha Bewley
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