Historias De Los ProfetasImam Ibn Kathir(701-774) A.H. - (1301-1372) A.D. LA HISTORIA DE ABRAHAM (IBRAHIM) E ISMAEL (ISMA'IL) La historia de Ibrahim (la paz sea con él)
Algunas de las Gentes del Libro dicen que su nombre fue Ibrahim Ibn Tarikh, Ibn Nahur, Ibn Sarough, Ibn Raghu, Ibn Phaligh, Ibn 'Aher, Ibn Shalih, Ibn Arfghshand, Ibn Sam, Ibn Noah. Dicen que cuando Tarikh tenía setenta y cinco años tuvo a Ibrahim, Nahor (Nohour) y Haran. Haran tuvo un hijo llamado Lot (Lut). Cuentan que Abraham era el segundo, y que Haran murió mientras aun vivía su padre, en la tierra donde nació, la tierra de los caldeos (Al-Kaldanieen), también conocida como Babilonia. En aquel tiempo mucha gente adoraba a ídolos de piedra y madera, otros adoraban a los planetas, las estrellas, el Sol y la Luna, y otros incluso adoraban a sus reyes y gobernantes. Ibrahim nació en ese ambiente, en una típica familia de la antigüedad. Sin embargo, el jefe de la familia no era cualquier idólatra, sino que era alguien que rechazaba completamente a Allah y acostumbraba a hacer ídolos con sus propias manos. Algunas tradiciones dicen que el padre de Ibrahim murió antes de que él naciera y que fue criado por un tío al que Ibrahim llamaba padre. Otras tradiciones dicen que su padre estuvo con vida y se llamó Azer. En esa familia nació Ibrahim, destinado a enfrentarse con su propia familia, y con todo el sistema que había en su comunidad. En definitiva, se enfrentó a toda clase de idolatría. Estaba dotado de conocimiento espiritual desde temprana edad. Allah iluminó su corazón y su mente y le dio sabiduría desde su niñez. Allah, Todopoderoso, dice en el Coran:
En su temprana infancia, Ibrahim se dio cuenta de que su padre hacía esculturas extrañas. Un día le preguntó acerca de qué era lo que había hecho. Su padre le respondió que hacía estatuas de dioses. Ibrahim quedó sorprendido y rechazó espontáneamente la idea. De niño jugaba con tales estatuas, sentándose en sus espaldas como la gente se sienta en las espaldas de los asnos y las mulas. Un día, su padre le vio cabalgando la estatua de Mardukh y se puso furioso. Le ordenó a su hijo que no jugara más con él. Ibrahim preguntó: "¿Padre, qué es esta estatua? Tiene orejas grandes, más grandes que las nuestras". Su padre le dijo: "¡Es Mardukh, hijo, el dios de dioses! Ésas orejas grandes muestran su gran conocimiento". Esto le hizo reír a Ibrahim. Tenía sólo siete años en ese entonces. Pasaron los años e Ibrahim creció. Desde pequeño, su corazón estaba lleno de rechazo por estos ídolos. No podía comprender cómo una persona cuerda podía hacer una estatua y luego adorar lo que él mismo había hecho. Observó que estos ídolos no comían, no bebían ni hablaban, y que no podían levantarse si es que alguien les ponía hacia abajo. ¿Cómo era, entonces, que la gente podía creer que esas estatuas podían dañarlos o beneficiarlos? El pueblo de Ibrahim tenía un gran templo lleno de ídolos, en cuyo centro había un nicho en el que se colocaban los dioses más importantes, de diferentes tipos, características y formas. Ibrahim, que solía ir al templo con su padre cuando era niño, despreciaba grandemente toda esa piedra y esa madera. Le sorprendía la manera en que su gente se comportaba cuando entraban al templo: se reclinaban y empezaban a llorar, suplicando e implorando ayuda a sus dioses, como si esos ídolos pudieran oír o entender sus súplicas. Al principio, ese espectáculo le divertía, pero luego Ibrahim se enojaba por ello. ¿No era asombroso que toda esa gente pudiera ser engañada? A este problema, se añadía el hecho de que su padre quería que él fuera un sacerdote cuando creciera. Quería únicamente de su hijo que reverenciara esas estatuas, y sin embargo Ibrahim nunca cesó de sentir odio y desprecio por las mismas. Una noche Ibrahim dejó su casa para ir a una montaña. Estuvo caminando solo en la oscuridad hasta que optó por ir a una cueva en la montaña, donde se sentó, apoyando su espalda contra la pared. Miró hacia el cielo. Apenas había comenzado a mirarlo cuando recordó que esos planetas y estrellas que miraba eran adorados por muchas gentes en la tierra. Su joven corazón sintió pánico. Entonces pensó en lo que está más allá de la luna, las estrellas y los planetas (es decir, Allah) y se asombró de que estos cuerpos celestes fueran adorados por los hombres, cuando los mismos habían sido creados para adorar y obedecer a su Creador, apareciendo y desapareciendo según su Mandato. Entonces Ibrahim se dirigió hacia la gente que adoraba los cuerpos celestiales, como Allah, el Poderoso, ha revelado:
En dicho debate, Ibrahim dejó en claro a su gente que los cuerpos celestes no son deidades y no pueden ser adorados como si fueran asociados de Allah, el Poderoso. Ciertamente, tales objetos son cosas creadas, ideadas, controladas, manejadas y puestas al servicio. Aparecen y desaparecen en ciertos momentos, perdiéndose de vista de nuestro mundo. Sin embargo, Allah, el Poderoso, nada pierde de vista y nada puede ocultársele. Él no tiene fin, y no desaparece. No hay más deidad que Allah. Ibrahim les dejó en claro, en primer lugar, que los cuerpos celestes no son objetos para ser adorados y, en segundo lugar, que ellos están entre los signos de Allah. Allah, el Poderoso, ordenó:
El razonamiento de Ibrahim ayudó a revelar la verdad, y así empezó el conflicto entre él y su gente, pues los adoradores de las estrellas y los planetas no permanecieron callados. Empezaron a argumentar contra Ibrahim y a amenazarlo. Ibrahim replicó:
En el primer grupo están representados los encubridores, aquellos que adoraban los cuerpos celestes. La situación siguiente muestra al segundo grupo, aquellos que practicaban la idolatría. Allah dio a Ibrahim el razonamiento necesario la primera vez así como cada vez que él argumentaba con su gente. Allah, el Poderoso, dijo:
Ibrahim hizo lo que pudo para que su gente atendiera a la creencia en la unidad de Allah, el Poderoso, y a adorarle sólo a Él. Les pidió firmemente que renunciaran a la adoración a los ídolos. Le dijo a su padre y a su gente:
Entonces todo se rompió entre Ibrahim y su gente, y empezó una pugna. El más asombrado y furioso era su padre (o su tío que lo había criado), pues, como se sabe, no sólo adoraba ídolos sino que los esculpía y los vendía. Ibrahim sintió que era su deber, como hijo, advertir a su padre respecto a ese proceder de manera que pudiera librarse del castigo de Allah. Como hijo sabio, ni ridiculizó a su padre ni se burló de su conducta. Declaró amarlo, esperando el amor paternal. Entonces le preguntó en buenas maneras porqué adoraba ídolos sin vida que no podían escucharle, verle o protegerle. Y antes de que su padre se enfureciera, se apresuró en añadir:
El fuerte trato de su padre no impidió que Ibrahim comunicara el mensaje de la verdad. Enojado y triste de ver a la gente postrarse ante ídolos, tomó la determinación de erradicar estas prácticas y fue a la ciudad a enseñar a la gente, sabiendo muy bien que podría sufrir daños. Cual doctor experto que busca la causa de la enfermedad a fin de prescribir la cura adecuada, o como un juez que interroga agudamente al acusado a fin de averiguar la verdad, Ibrahim les preguntó: "¿Los ídolos les ven cuando se postran ante ellos? ¿Les proporcionan beneficios de alguna manera?" Ellos rápidamente trataron de defender sus creencias. Alegaron que sabían que sus ídolos no tenían vida, pero que vieron a sus antepasados adorándoles; esto era, para ellos, una razón suficiente para mantener su actitud idólatra. Ibrahim les explicó que sus antepasados estaban equivocados. Esto les enfureció y replicaron: "¿Estás condenando a nuestros dioses y a nuestros antepasados? ¿O sólo estás bromeando?" Ibrahim no se atemorizó, sino que respondió: "Lo digo en serio. Vengo a ustedes con un conocimiento verdadero. He sido enviado con la guía de nuestro Señor, El Único digno de adoración, el Creador de los Cielos y la Tierra, el que gobierna todos los aspectos de la vida, muy distinto en esto a los ídolos mudos, que son sólo de piedra y madera". Para convencerlos de que los ídolos no podían dañarle, les desafió: "Les he condenado; ¡si tuvieran algún poder ya deberían haberme dañado!". Allah, el Poderoso, dice:
En otra sura Allah reveló:
Ibrahim les explicó la belleza de la creación de Allah, su Poder y Sabiduría. La adoración de ídolos es detestable para Allah, pues Allah es el Señor del Universo, El Creador de la humanidad, Quien guió a Ibrahim, le dio alimento y bebida, y le curó cuando estaba enfermo, Quien le hará morir y le dará vida nuevamente. Es Él a Quien Ibrahim adoraba y Quien le perdonaría sus errores el Día del Juicio. De todos modos, ellos no hicieron más que aferrarse firmemente a la idolatría. Ibrahim abandonó la casa de su padre y abandonó a su gente y a lo que adoraban. Decidió hacer algo respecto a la incredulidad de ellos, pero lo mantuvo oculto. Sabía que iba a haber una gran celebración en la otra orilla del río a la que concurriría mucha gente. Ibrahim esperó hasta que la ciudad estuvo vacía, y entonces salió sigilosamente, dirigiéndose hacia el templo. Las calles conducentes allí estaban vacías y el templo mismo se encontraba desierto, ya que los sacerdotes también se habían ido al festival en las afueras de la ciudad. Ibrahim llegó allí portando un bien afilada. Miró a las estatuas de los dioses de piedra y madera y a la comida que se ponía frente a ellos como ofrendas. Se acercó a una de las estatuas y preguntó: "La comida que te han puesto se está enfriando. ¿Porqué no la comes?". La estatua se mantuvo en silencio y rígida. Ibrahim preguntó a las otras estatuas a su alrededor:
Las estaba ridiculizando pues sabía que no comerían. Nuevamente les preguntó:
Levantó su hacha y empezó a destrozar a esos falsos ídolos que adoraba la gente. Los destruyó a todos excepto a uno, en cuyo cuello colgó el hacha. Heco esto, su ira se calmó y quedó en paz. Entonces salió del templo. Había cumplido con su deseo de mostrar a su gente el absurdo de adorar otra cosa que Allah. Cuando la gente regresó, se quedaron sumamente impresionados al ver a sus ídolos destrozados en pedazos, dispersos por todo el templo. Empezaron a adivinar quién habría hecho esto a los ídolos y el nombre de Ibrahim les vino a la mente. Allah, el Poderoso, dice:
Furiosos, reclamaron que se arrestara y enjuiciara a Ibrahim. Éste no opuso resistencia. Era precisamente lo que quería, a fin de poder mostrar en público lo absurdo de sus creencias. Le preguntaron, en el juicio, si él era responsable del destrozo de los ídolos. Sonriendo, les respondió que le preguntaran al ídolo más grande, que aún estaba entero. Les dijo que él debía ser el culpable. Le respondieron que sabían bien que el ídolo no podía hablar ni moverse, lo que le dio a Ibrahim la oportunidad de probar la ridiculez de adorar a esos objetos sin vida. Entonces, ellos se dieron cuenta del sinsentido de sus creencias; sin embargo, la arrogancia no les permitía admitir su error. Lo único que pudieron hacer fue usar su poder de autoridad -como hacen usualmente los tiranos- para castigar a Ibrahim. Lo encadenaron y planearon su venganza. El odio quemaba sus corazones. Decidieron lanzar a Ibrahim al fuego más grande que pudieran construir. Se ordenó a todos los ciudadanos que juntaran madera como servicio a sus dioses. En su ignorancia, las mujeres enfermas hicieron la promesa de que si se curaban darían mucha madera para quemar a Ibrahim. Durante muchos días se estuvo juntando el combustible. Cavaron un hoyo profundo, que se llenó con madera de quemar que prendieron. Trajeron una catapulta con la que lanzar a Ibrahim al fuego. Metieron a Ibrahim en la catapulta, con las manos y los pies atados. El fuego ya estaba listo, con sus llamas llegando al cielo. La gente se quedó lejos del hoyo debido al gran calor que hacía. Entonces, el sacerdote principal dio la orden de lanzar a Ibrahim al fuego. El ángel Gabriel se puso cerca de la cabeza de Ibrahim y le preguntó: "Oh Ibrahim, ¿deseas algo?". Ibrahim le respondió: "De ti, nada". Se lanzó la catapulta, y se envió a Ibrahim al fuego, pero su descenso a las llamas fue un descenso gradual a un jardín fresco. Las llamas aún estaban allí, pero no quemaban, porque Allah, el Poderoso, había dado esta orden:
El fuego se sometió a la voluntad de Allah, volviéndose frescor y seguridad para Ibrahim. Sólo quemó sus ataduras. Y se sentó en medio del fuego como si se estuviera sentando en un jardín. Se puso a glorificar y a alabar a Allah, el Poderoso, con su corazón lleno únicamente de amor por Allah. No había allí lugar alguno para el temor, el pavor o la pena. Estaba lleno únicamente de amor. El temor y el espanto se habían muerto, y el fuego se había vuelto frescura, haciendo agradable el aire. Aquellos que aman a Allah como Ibrahim, no temen. Allah, el Poderoso, declaró:
La multitud, los hombres de importancia y los sacerdotes se sentaron a observar el fuego a distancia. Éste les quemaba las caras y prácticamente les estaba asfixiando. Se mantuvo ardiendo por tal tiempo que los incrédulos pensaron que nunca se extinguiría. Cuando terminó de arder, se quedaron enormemente sorprendidos de ver a Ibrahim venir del hoyo sin haber sido tocado por el fuego. Sus caras estaban negras por el humo, pero la de él estaba luminosa con la luz y la gracia de Allah. El fuego furioso se había vuelto frescura para Ibrahim y sólo había carbonizado las cuerdas que le ataban. Salió del fuego como si estuviera saliendo de un jardín. Los idólatras gritaron de asombro. "Quisieron dañarle, pero Nosotros les hicimos los perdedores". (15) El milagro asombró a los tiranos, pero la llama de odio de sus corazones no se enfrió. De todos modos, después de este suceso, varias personas siguieron a Ibrahim, aunque algunos mantuvieron en secreto su creencia por temor a sufrir daños o a ser muertos en manos de los gobernantes. Cuando el rey Namrud escuchó cómo Ibrahim había escapado exitosamente al fuego montó en cólera. Temió que el estatus de divinidad que proclamaba para sí mismo se cambiara ahora por el de un ser humano corriente. Convocó a Ibrahim a palacio y mantuvo un diálogo con él que Allah, el Poderoso, nos relata:
La fama de Ibrahim se extendió por todo el Imperio. La gente hablaba de cómo se había salvado del fuego y de cómo había hablado con el rey y le había dejado sin argumentos. Mientras tanto, Ibrahim seguía llamando a la gente a Allah, haciendo un gran esfuerzo para guiar a su gente por el camino recto. Trató por todos los medios de convencerlos. Sin embargo, a pesar de su amor y el cuidado que tenía por su gente, éstos se enfadaron y le dejaron. Sólo un hombre y una mujer de su gente compartían su creencia en Allah. El nombre de la mujer era Sarah, y se hizo su esposa. El nombre del hombre era Lut (Lot), y era un profeta. Cuando Ibrahim comprendió que nadie más seguiría su llamada, decidió emigrar. Dejó su pueblo y viajó con su esposa y con Lut a una ciudad llamada Ur, de ahí a otra llamada Haran, y de ahí a Palestina. Allah, el Poderoso, dijo:
Luego de estar en Palestina, Ibrahim viajó a Egipto, llamando a la gente a creer en Allah por dondequiera que iba, juzgando rectamente entre la gente y guiándoles a la verdad y la justicia. Abu Hurairah relata que Ibrahim no mintió sino solamente en tres ocasiones, dos de ellas por causa de Allah, cuando dijo: "Estoy enfermo", (18) y cuando dijo: "(No lo he hecho sino que) este ídolo grande lo hizo". La tercera fue cuando Ibrahim y Sarah (su esposa), en un viaje, pasaron por el territorio de un tirano. Alguien le dijo al tirano: "Este hombre (es decir, Ibrahim) está acompañado de una mujer fascinante". Entonces, envió por Ibrahim y le preguntó acerca de Sarah diciendo: "¿Quién es esta dama?". Ibrahim dijo: "Es mi hermana". Ibrahim fue donde Sarah y le dijo: "¡Oh Sarah! No hay más creyentes sobre la faz de la tierra que tú y yo. Este hombre me preguntó acerca de ti y le he dicho que eres mi hermana; no contradigas lo que le dije". El tirano entonces llamó a Sarah, y cuando ella fue donde él, trató de retenerla con su mano, pero (su mano se puso rígida y) quedó confundido. Le pidió a Sarah: "Ruega a Allah por mi y no te haré daño". Entonces Sarah pidió a Allah que se curara y quedó curado. Trató de tomarla por segunda vez pero (su mano se puso tan o más rígida que la vez anterior y) quedó más confundido. Le pidió nuevamente a Sarah: "Ruega a Allah por mi y no te haré daño". Sarah pidió a Allah nuevamente por él y el hombre quedó bien. Entonces él llamó a uno de sus guardias, (el que la había traído) y le dijo: "No me has traído a un ser humano, sino que me has traído a un demonio". El tirano le regaló a Sarah, como doncella sirviente, a Hajar. Sarah regresó (donde Ibrahim) mientras él estaba rezando. Ibrahim, haciendo un gesto con su mano, le dijo: "¿Qué ha pasado?". Ella respondió: "Allah estropeó el turbio plan del kafir y me dio a Hajar en servidumbre". Abu Hurairah se dirigió entonces a los que le escuchaban diciendo: "Ésa (Hajar) es vuestra madre, Oh Bani Ma-is-Sama (es decir, los árabes, descendientes de Ismail, hijo de Hajar)". Sarah, la esposa de Ibrahim, era estéril. Había recibido a Hajar, que era egipcia, como su sirviente. Ibrahim había envejecido, y su cabello ya estaba gris después de muchos años dedicados a llamar a la gente a Allah. Sarah pensó que ella e Ibrahim se encontraban solos porque ella no podía concebir un hijo. Por tanto, ofreció a su esposo a su sirviente, Hajar, en matrimonio. Hajar dio a luz a su primer hijo, Isma'il (Ismael), cuando Ibrahim era ya un hombre de avanzada edad. Ibrahim vivió en la tierra adorando a Allah y llamando a la gente al tawhid, pero ya estaba viajando hacia Allah, conocedor de que sus días en la tierra eran limitados y que serían seguidos por la muerte y, finalmente, la resurrección. El conocimiento de la vida después de la muerte llenaba a Ibrahim de paz, amor y certeza. Un día, él imploró a Allah que le mostrara cómo haría para resucitar a los muertos. Allah le ordenó a Ibrahim que tomara cuatro aves, las cortara en pedazos, mezclara las partes de sus cuerpos, las dividiera en cuatro grupos, y los colocara a cada uno en la cima de cuatro montes diferentes, y que entonces llamara a las aves en el nombre de Allah. Ibrahim hizo como se le dijo. De inmediato, las partes mezcladas de las aves se separaron para unirse a sus cuerpos originales en diferentes lugares, y las aves volaron hasta donde estaba Ibrahim. Allah, el Poderoso, reveló:
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(1). Sura 21: 51. (2). Sura 6: 75-83. (3). Sura 41: 37. (4). Sura 6: 80-82. (5). Sura 6: 83. (6). Sura 21: 52-56. (7). Sura 19: 43-48. (8). Sura 26: 69-82. (9). Sura 29: 16-23. (10). Sura 37: 91. (11). Sura 37: 92. (12). Sura 21: 59-67. (13). Sura 21: 69. (14). Sura 3: 173-175. (15). Sura 21: 70. (16). Sura 2: 258. (17). Sura 29: 26. (18). Cuando su gente celebraba un festival en honor de sus dioses, Ibrahim se excusó (de no poder ir) diciendo que estaba enfermo. (Ver Sura 37: 89). (19). Sura 2: 260. |